Leer para escribir

Hablaba el otro día con Teresa y Antonia, mientras nos dábamos el cafecito de la tarde aquí en la ofi, sobre lo necesario de leer para escribir bien. Enseguida pensé en mi autora favorita, Esmeralda Santiago, y en cómo sus descripciones forman una hilera de imágenes inmediatas. Sus palabras son cinematográficas. Cine del bueno.
La habilidad de describir con palabras las acciones de un personaje y sus pensamientos, es algo que, estoy bastante segura, Esmeralda empezó a desarrollar inconscientemente mientras leía los periódicos de su abuelo cuando era una cría. Y es que "leer nos nutre", así como dice la Tere. Y también desata otras revoluciones preciosas, así como estas que menciono en esta cháchara de sábado:
Nos regala más vocabulario
Con cada libro que leemos nos alimentamos con más vocabulario. Conocemos palabras que no habíamos escuchado antes, vemos cómo las usan y qué reacciones nos causan... Leer cualquier cosa es adentrarnos en diccionarios que no necesariamente tienen pinta de diccionarios.
Nos enseña lo bueno que hacen otros escritores
Y de paso, nos copiamos. (Humildemente, claro, y reconociendo a quienes nos enseñan). Si leemos para escribir es porque queremos ver cómo lo hacen otros, precisamente para sacar lo mejor de eso que leemos. ¿Cómo le hacen para que sus personajes sean así de buenos?, ¿por qué sus escenas fluyen, bailan...?, ¿cómo es que sus tramas siempre inician y terminan en el momento preciso?... Leer conscientes de lo que leemos es una buenísima estrategia para pulirnos como escritores.
Nos deja ver lo que no queremos imitar
Y también leemos a otros para reconocer cómo no queremos escribir, o qué estilos no queremos imitar. No todo lo que llega a nuestros ojos nos gusta, pero eso también es bueno leerlo. ¿Cómo sabremos por qué no nos gusta si no lo leemos? Antonia, por ejemplo, adora a Proust y sus planteamientos tipo culebrones y densos. Yo, luego de invertir dos semanas en Por la parte de Swann, supe que jamás de los jamases quisiera sonar proustiana.
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Y así, los escritores nunca deberían dejar de leer para escribir. Es decir, de estudiar todas las lecturas que puedan, para enriquecerse. Si bien no quieres ser muy analítico en la primera lectura de esa nueva novela que acabas de comprar, entonces permítete una segunda lectura. Las segundas lecturas siempre regalan más información que la primera. En mi caso, eso sí, yo no releeré a Proust; eso se lo dejo a Antonia.
Cuéntame tú, ¿qué estás leyendo o releyendo estos días?